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En el siglo XVIII, el Collegio dei Cinesi (el Colegio Chino) fue fundado por el Padre Matteo Ripa (1682–1746) en Nápoles en 1732. Este disfrutó de una larga existencia y fue transformado en el Real Collegio Asiatico en 1869, el cual, después de varios cambios de nombre, se ha convertido en el actual Istituto Universitario Orientale en Nápoles (Taddei 1979: vi). En Francia, durante el siglo XVIII, algunas traducciones fueron realizadas por eruditos chinos y japoneses que se habían trasladado a Europa después de convertirse al catolicismo. Uno de ellos fue Huang Jialü (1679–1716), enviado a Francia por los jesuitas. En París sirvió como intérprete de chino-francés en la Biblioteca Real. Su sucesor en el puesto, Réamusat, sería el primer académico en enseñar lenguas asiáticas en Francia. En 1814 se convirtió en el primer profesor de lengua china en el Collège de France de París. La cátedra creada en el Collège de France fue obtenida por Jean-Pierre Abel-Rémusat (1788–1832). Era un médico que había aprendido chino por sí mismo, y que también había aprendido tibetano y mongol. Fue el primer secretario de la Sociedad Asiática de París, una asociación erudita creada en 1822 que, como se ve en el Capítulo 6, tuvo un papel importante en el nacimiento del estudio de la arqueología mesopotámica en Francia. Los objetivos de la sociedad eran promover las lenguas orientales, incluyendo la traducción de textos, y ayudar en la publicación de investigaciones por orientalistas (McGetchin 2003). Desde el año de su fundación, la sociedad publicó el Journal Asiatique. Rémusat sentó las bases para el enfoque sobre la bibliografía sistemática en la sinología francesa con su traducción de las secciones bibliográficas del Wenxian tongkao de Ma Duan-lin, aunque las antigüedades aún no eran el foco del interés académico. Abel-Rémusat fue sucedido por Stanislas Julien (1797–1873), quien publicó sobre las antiguas industrias chinas (1869) entre otros temas. Al igual que Rémusat, el principal interés de Heinrich Julius Klaproth (1783–1835), el primer Profesor de Estudios de Asia Oriental en Bonn en 1816, era la filología. Sin embargo, el beneficio para Bonn parece haber sido escaso, dado que se le permitió quedarse en París debido a la falta de recursos para sus estudios en Bonn. Siguiendo la tradición de Humboldt, también tenía interés en la geografía y la cartografía. Sin embargo, aparentemente prestó más atención a los jeroglíficos egipcios que a las antigüedades asiáticas, discutiendo con Champollion sobre el tema (Walravens 1999). Tampoco estaba interesado en las antigüedades el británico James Legge (1815–97). Legge era un congregacionalista escocés que en 1839 fue designado por la Sociedad Misionera de Londres para ir a China. Como el país aún estaba cerrado a los europeos, permaneció en Malaca durante tres años antes de mudarse a Hong Kong, donde vivió durante treinta años. Legge aprendió chino y comenzó a traducir los clásicos chinos en 1841 para ayudar a los misioneros a entender la cultura china. Varios caballeros involucrados en el comercio con China sugirieron que la Universidad de Oxford creara una cátedra de Lengua y Literatura China y propusieron que se la ofrecieran a Legge. En 1876 fue nombrado profesor de chino en la Universidad de Oxford, y ocupó este puesto hasta su muerte. Además de su trabajo como traductor, Legge llevaría la sinología al campo de las Religiones Comparadas, con su investigación comparativa sobre el confucianismo, el budismo, el taoísmo y el cristianismo, y a la antropología a través de su relación con el profesor de sánscrito alemán en Oxford, Max Müller (1823–1900). A pesar de la falta de interés hacia las antigüedades mostrada por Rémusat, Klaproth y Legge, fue el hilo de la filología el que condujo a los académicos a ellas, algo que, como hemos visto, no ocurrió en América Latina, pero sí en las tierras clásicas y bíblicas. En el caso de China y Japón, sin embargo, su relativa aislamiento significó que sólo fue posible que este interés se desarrollara a partir de la década de 1860. La conexión escolástica entre los filólogos y los exploradores sería a través del filólogo francés Edouard Chavannes (1865–1918). Fue el primer europeo en estudiar monumentos funerarios y budistas chinos. Chavannes había sido formado en el Collège de France en París y vivió en China desde 1889, trabajando en la Legación Francesa en Pekín. Realizó su primera exploración en 1893, cuando visitó varios sitios arqueológicos en el norte y centro de China. En el mismo año fue nombrado profesor en el Collège de France. Sus primeros años en el puesto estuvieron ocupados con la filología. En 1905, sin embargo, abandonó lo que describió como 'este interminable asunto' refiriéndose a la traducción en la que estaba involucrado, y orientó su interés hacia la epigrafía china. Acompañado por el sinólogo Vasily Alekseev, en 1907 viajó de nuevo a China, fotografiando y documentando antigüedades y registrando muchas inscripciones antiguas al recolectar calcos de ellas, una práctica inventada por los epigrafistas chinos en el período Sung (960–1279). Su último trabajo fue una monografía sobre la montaña Tai-shan (1910) como un foco de rituales estatales y creencias locales. Chavannes no fue el primer explorador en visitar sitios en China, aunque su interés fue ciertamente más enfocado que el de sus predecesores, principalmente exploradores, que combinaban arte antiguo con geografía, cartografía, flora y fauna.