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------------------ Independientemente de los propósitos reales de Layard, ya fueran religiosos u oportunistas, sus descubrimientos, junto con las transcripciones de textos realizadas por el cónsul británico en Bagdad, Henry Rawlinson, hicieron posible identificar a muchos reyes y ciudades mencionados en las Escrituras Hebreas dentro de los textos asirios. Layard excavó en Nimrud, que fue la segunda capital de Asiria, conocida como Calah en Génesis. En Kuyunjik—Nínive—entre muchas otras cosas, desenterró algunas losas que representaban el sitio de Laquis descrito en 2 Reyes 18:13–14. Layard popularizó sus hallazgos principalmente con su publicación de 1849, Nínive y sus Restos. Además, en un intento por despertar la imaginación del público británico respecto a las antiguas civilizaciones de Asiria y, más en general, de Mesopotamia, el libro fue promovido por los Evangélicos Cristianos como una confirmación del castigo divino de Nimrud y Nínive anunciado por los profetas en la Biblia (Moorey 1991: 9). Los vínculos entre los textos mesopotámicos y la Biblia continuaron después de los esfuerzos de Layard y Botta (Caygill 1992: 39, 46–8; Larsen 1996: 22, 68, 283, 309; Lloyd 1947: cap. 10–12). Los nombres de Salmanasar (mencionado en Reyes 17:13), Ezequías (2 Reyes 18–19), Judá (Isaías 36–7), y Manahem de Samaria en losas encargadas por el rey asirio 'Pul' (2 Reyes 15–19) fueron todos identificados alrededor de principios de la década de 1850. En su Descubrimientos en las Ruinas de Nínive y Babilonia de 1853, Layard fue capaz de proporcionar una lista de unos cincuenta y cinco gobernantes, ciudades y países en asirio y hebreo que estaban tanto en el Antiguo Testamento como en los recién descubiertos textos asirios (Moorey 1991). Sin embargo, la arqueología en Mesopotamia no solo trataba sobre la Biblia; había mucho más en ello. Los extensos escritos preservados de Layard son una fuente invaluable para investigar sus intenciones, una tarea que de otro modo sería imposible (Larsen 1996; Reade 1987). Dejan claro, por ejemplo, que Layard nunca consideró que los monumentos asirios hubieran alcanzado la supremacía lograda por los griegos; su visión, compartida por muchos otros, era que el arte asirio era un ancestro inferior al arte clásico. Sus notas también dejan claro que veía la arqueología como algo que traería gloria a su propia nación, y la interpretación de las inscripciones cuneiformes como una cuestión de honor nacional. La implicación de Gran Bretaña y Francia en la arqueología de Mesopotamia la sentía como una competencia. 'Creo', escribió Layard en una carta a Canning en 1845, 'podríamos lograr enviar alguna escultura a Europa tan pronto si no antes que los franceses. Esto sería muy importante para nuestra reputación' (en Larsen 1996: 77). Y en otra carta escrita varios meses después decía, 'si la excavación mantiene su promesa hasta el final, hay muchas razones para esperar que Montagu House [el Museo Británico] superará al Louvre con creces' (ibid. 96). La rivalidad alcanzó su punto álgido cuando equipos enviados por ambos países excavaron en ------------------