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XLVIII La Cosa es la Obra CONOCIENDO A UN REPORTERO de periódico que tenía un par de entradas gratis, pude ver la función hace unas noches en una de las populares casas de vodevil. Uno de los números era un solo de violín interpretado por un hombre de aspecto llamativo, no mucho mayor de cuarenta, pero con un cabello muy gris y espeso. No teniendo un gusto por la música, dejé que el sistema de ruidos pasara por mis oídos mientras observaba al hombre. 'Hace un mes o dos hubo una historia sobre ese tipo,' dijo el reportero. 'Me asignaron el trabajo. Tenía que escribir una columna y debía ser del tipo extremadamente ligero y de broma. Al viejo parece gustarle el toque divertido que doy a los sucesos locales. Oh sí, estoy trabajando en una comedia ahora. Bueno, fui a la casa y obtuve todos los detalles; pero ciertamente fracasé en ese trabajo. Volví y entregué una crónica cómica de un funeral del lado este en su lugar. ¿Por qué? Oh, no pude atraparlo con mis anzuelos cómicos, de alguna manera. Quizás podrías hacer una tragedia de un acto para abrir el telón. Te daré los detalles.' Después de la actuación, mi amigo, el reportero, me relató los hechos mientras tomábamos una Würzburger. música violácea, peticionaria de un violín. La arpía, la música, embruja a algunos de los más nobles. Las grajillas pueden picotear en la manga de uno sin causar daño, pero quien lleva su corazón en el tímpano no se lo lleva lejos del cuello. Esta música y el músico la llamaron, y a su lado el honor y el viejo amor la contenían. 'Perdóname,' suplicó. 'Veinte años es mucho tiempo para estar lejos de quien dices amar,' declaró ella, con un toque purgatorial. '¿Cómo podía saberlo?' rogó. 'No te ocultaré nada. Esa noche cuando él se fue lo seguí. Estaba loco de celos. En una calle oscura lo derribé. No se levantó. Lo examiné. Su cabeza había golpeado una piedra. No tenía la intención de matarlo. Estaba loco de amor y celos. Me escondí cerca y vi una ambulancia llevárselo. Aunque te casaste con él, Helen - ' '¿Quién eres?' gritó la mujer, con los ojos abiertos de par en par, retirando su mano. '¿No te acuerdas de mí, Helen - el que siempre te ha amado más? Soy John Delaney. Si puedes perdonar - ' Pero ella ya no estaba, saltando, tambaleándose, apresurándose, volando escaleras arriba hacia la música y hacia él, que había olvidado pero que la había conocido como suya en cada una de sus dos existencias, y mientras subía sollozaba, lloraba y cantaba: '¡Frank! ¡Frank! ¡Frank!' ¡Tres mortales jugando con los años como si fuesen bolas de billar, y mi amigo, el reportero, no podía ver nada gracioso en ello!